Sakamoto y su final feliz

La última vez que titulé un post (por un descuido, porque saber lo sabía) con una expresión que se prestaba a confusión de índole sexual en otras latitudes de habla hispana, me cayeron no sé cuantas entradas al post. Lo mismo me ha pasado al recién escribir esto del Ryuichi Sakamoto y su Final Feliz (Happy End).
Tiene bemoles que uno se rebane la sesera poética para escribir algo pasable en el bicho este de blog y lo que más llamé la atención sea un Chicas bonitas y yo cogiendo moscas, que por cierto fue una cosa de pin pan pun, por resolver un día sin post.

Bueno, al lío. El Happy End de Sakamoto, a mi entender, es una obra maestra. En toda su largura, que no es mucha, pero sobre todo desde el minuto 2.50. Sakamoto no se queda quieto ni durmiendo, y tiene una biografía en la wiki que da mareos. Baste decir que compuso parte de la música para la ceremonia de apertura de los juegos olímpicos de Barcelona, por ejemplo. En verdad me da igual. Me basta con lo que hay desde ese minuto hasta el final.