Blog de Chano Ruiz

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Cogiendo remolocha

Coger remolacha eran mil pesetas. Era eso o -muy probable- me falla la memoria. Pero si no eran mil era un dinero nada despreciable para un niño de 14 años en pedanía vejeriega. Más aún si la columna estaba impoluta de remaches y torsiones, dispuesta a revolverse en uno y mil lentiscos a la búsqueda del pecado original.

Siete u ocho horas llenando camiones con la cadencia de un medio apertura escocés dando pases de costado en el Cinco Naciones. Tan fácil como eso.

Intuyo que mi padre hubiera cedido -entre receloso y divertido- a ese intento de primer jornal que nunca alcancé: solo por ahorrarse mi infatigable requisitorio previo de cada empeño. Para enseñar sin mucho peaje a ese niño de ciudad que él nunca fue, que la calor no aprieta lo mismo al rebufo asfixiante del diésel que intentado ser Kempes al lao de la venta. Ya adiviné algo parecido en las blanquecinas espaldas que los niños del pueblo descubrían -qué corte les daba, lamarequeventó– cuando algún gracioso abría la manguera.

Pero coño, eran mil pesetas.

Al cabo de los años, cuando veo en la tele esos negros de letanías interminables en sus sures de algodón y capirotes blancos, no puedo dejar de pensar que los de Naveros no cantaban na en la remolacha. Ni los muchachos de Virgina tampoco cantarían tanto. Digo yo.

Por un instante, al ver el bailecito de las tres payas de atrás pensé que Hold me tight se podía traducir libremente por «Cogiendo remolacha», pero no parece. Se queda en el Abrázame fuerte de Johnny Nash, un cantor de reggae no nativo de la región del reggae, y al que yo llegué por una versión muy acertada del Bésame mucho de Consuelito Velázquez que no encuentro en vídeo.

Todo pagado (con las mil pesetas que no cogí).

 


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